Carmela solía viajar de un mundo a otro constantemente, y en cada mundo lograba percibir cosas muy distintas. Los niños, niñas, y muchachos más grandes, e incluso los adultos, eran distintos. Carmela llegó por primera vez a Alun; sin embargo, no entendía cómo en este lugar todos podían vivir felices y sin hacerse daño.
Un día conoció a Cachama, una anciana muy sabía y divertida que le explicó el por qué todos lograban vivir alegres en el mismo lugar:
“Hace siglos vino a Alun un poderoso y malvado dragón que pensaba que los de su raza eran los merecedores de este hermoso mundo. Vivió aquí durante años destruyendo todo aquello que fuese distinto, hasta que un día se encontró con un pequeño niño llamado Roimer.
Al principio quiso desaparecerlo, pero Roimer le propuso un trato: ¿Si logro demostrarte que tú también eres distinto a los demás dragones nos dejarás vivir en paz?
El dragón dudó durante unos minutos, finalmente aceptó para no parecer un cobarde. En ese preciso instante, Roimer sacó de su bolsillo un objeto muy brillante, a simple vista parecía transparente como el agua, aunque si lo ponías frente a ti lograbas verte. Roimer lo colocó frente al dragón y éste se paralizó al darse cuenta que su cara, sus patas, sus manos, todo su cuerpo era de color verde, mientras que el resto de sus compañeros eran de color amarillo.
Desde entonces no sólo los dragones pueden vivir con sus diferencias, sino también los niños, niñas y muchachos más grandes. Roimer demostró que todos los niños tienen derecho a vivir en igualdad sin importar su raza, color, idioma, religión, opinión… ”.
Carmela estuvo todo el tiempo atenta a la historia, le pareció interesante y muy buena la idea de que en este mundo se vivera de ese modo. Ahora lo más importante para Carmela es que todos los niños y jóvenes puedan saber esta historia.
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